Desde principios del siglo XVI y hasta mediados del siglo
XVI, un espíritu de aventura intelectual y de experimentación artística,
transformó el arte occidental. La relación entre ciudades lejanas, el
intercambio de noticias y mercaderías desconocidas, ampliaron el
horizonte a
artistas y eruditos que buscaban la verdad y la belleza. Estudiaron la cultura
de la antigüedad clásica y desarrollaron nuevas técnicas artísticas.
La tradicional esfera de acción del arte, hasta entonces limitada a la
representación de motivos sacros, se amplió con la evolución del interés
general por otros aspectos. Lenta pero progresivamente los pintores comenzaron
a liberarse de su condición de artesanos para expresar sus ideas como artistas
libres.
El fundamento de esta nueva concepción que se estaba perfilando fue la gran
cantidad de cambios en todos los ámbitos humanos que, en el último período del
medieval, contribuyeron a la formación de una nueva ideología y visión del
mundo.
Se inició en Italia y se extendió por toda Europa favorecido por el invento de
la imprenta.
El verdadero sentido del término “Renacimiento” se encuentra únicamente en el
terreno de la cultura : es un hecho de cultura, una concepción de la vida y de
la realidad, que actúa en las artes, en las letras, en las ciencias, y en las
costumbres, sin que a este florecimiento cultural le corresponda ningún momento
feliz ni en política ni en economía. A la par que en todas las cortes italianas
la pintura, la escultura y la arquitectura alcanzan su máximo esplendor, al
mismo tiempo que la producción literaria se hace cada vez más refinada y se
formulan ideales educadores de singular altura, la economía ciudadana sufre
grandes sacudidas, el desarrollo industrial queda estancado, la libertad
comunal desaparece y la iglesia, como es de costumbre, se corrompe cada vez
más.